El equipo fue una máquina demoledora toda la temporada regular, pero en estos formatos donde el campeonato comienza de nuevo en el round robin, nada de lo hecho temprano cuenta. Ahora toca la final, contra un equipo solo inferior en el papel, porque en el terreno de juego los Tigres de Aragua son simplemente aguerridos. Sin lugar a dudas el mejor equipo de la década.
Una de las cosas positivas de estos Leones es que nunca se rinden y son capaces de venir de atrás y ganar, sin embargo la serie final no será fácil.
Vemos a los Leones ganadores por casta y categoría, pero la serie puede irse a 6 juegos máximo.
La Liga Venezolana de Beisbol Profesional es un espectáculo donde insólitamente la calidad en escena es muy superior al montaje y a los espectadores. No hay duda de las figuras que tenemos la suerte de ver jugar en los diamantes nacionales, los managers y las estrategias son de primera y hasta los campos están en insuperables condiciones.
Fatalmente fallamos en lo más sencillo: Organización y Fanaticada.
Luego del triple empate, TODA una temporada se decidiría en una jornada extra, donde en doble juego saldrían los dos finalistas. Los encargados de vender las entradas fueron los anfitriones de Caracas. La oficina de los Leones fracasó rotundamente y solamente después del sexto inning fue que el estadio comenzó a llenarse. La organización en las ventas de las entradas fue patética y un juego que debió verse a casa llena parecía uno de principios de temporada.
Para la serie final parece repetirse el desorden.
La fanaticada parece ser conformista ante todos los atropellos o simplemente son ignorantes del juego. Nos da mucha risa cuando en una situación clave, donde un rival se encuentra en dos strikes y cero bolas, todos se ponen de pie para pedir desesperadamente un ponche, cuando precisamente es la mejor oportunidad para desperdiciar un lanzamiento y jugar con la cuenta y la mente del bateador. Los fanáticos hasta parecen disgustados cuando en 0-2 el pitcher falla en el objetivo del pueblo: el ponche.
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